lunes, 15 de octubre de 2012


La televisión, los niños, los adultos y el rol docente.


Al realizar este trabajo me es imposible no comparar la práctica con mi propia experiencia de relacionarme con la televisión de chica. Recuerdo que  me encantaba mirar tele. Recuerdo que mi mamá supervisaba lo que veía. No me dejaba ver todo lo que yo quería, o algunas cosas que a mi me gustaban (como Chiquititas, u otros programas de Cris Morena) los miraba con su reprobación. Controlaba también el tiempo que pasaba delante de la tele. Recuerdo también las relaciones de poder que se daban con la TV. Había una sola tele, y nos peleábamos con mis hermanos porque queríamos ver programas diferentes.

                Cuando llego al jardín 913 me encuentro con una realidad diferente a lo que yo viví. Un jardín lindo, en una zona más humilde, con un grupo de chicos que viven en zonas carenciadas, privados de tantas cosas y expuestos a tantas otras. Chicos que llegan no siempre prolijos, o siquiera limpios. Chicos que faltan reiterativa y prolongadamente al jardín. Chicos que se comportan de un modo muchas veces violento.

                En ese contexto la televisión aparece muy presente en sus vidas. Ellos son nativos digitales, y la tele es mucho más que un medio de comunicación, una tecnología, una institución socializante y cultural. Es, como apunta Orozco Gomez en su trabajo “La Visión como juguete-Jugando a los medios con niños” “el fenómeno mediático-cultural-educativo más importante de los últimos tiempos”. Es propiciador de “experiencias placenteras y al hacerlo educa, aún sin proponérselo”.  Es “uno de los sostenes fundamentales del sistema económico actual”.

                La televisión no es buena ni mala en si misma. Produce contenidos aptos y no aptos para los menores. Por ello es vital el rol del adulto en este sentido, regulando lo que los niños ven, con quien, y durante cuanto tiempo. En el jardín los chicos parecen mirar tele todo el tiempo, sin ningún control ni límites, asociado a la familia permisiva, completamente tolerante (o indiferente) de lo que los chicos ven, referido por Inés Cornejo en su texto El psicodrama aplicado al estudio de la recepción familiar televisiva. Un ejemplo es que los he escuchado comentar los sucesos de días anteriores de la novela “Dulce Amor” que se emite casi en la medianoche, y muy pasado el horario de protección al menor.

               

            Los he visto cantar canciones de los Wachiturros, y mojarse el pelo para imitar su peinado. En su entorno y a través de la pantalla encontraron un modelo de identificación, en donde, como apunta José Huergo en “La relevancia formativa de las pantallas se han sentido reconocidos y se sienten aludidos y representados. He visto también a un grupo de nenas jugando en la hamaca cantando la canción tropical de Karina “Con la misma moneda”, interpretándola como la cantante, gesticulando como ella, compenetrándose con la letra, que habla de una traición amorosa.


                





              A veces los chicos se comportan de un modo violento, a si mismos, entre ellos y con nosotras. Con los bloques construyen armas, juegan en el parque al policía y al ladrón y juegan a ahorcarse, hacen pantomimas que portan un arma y apuntan y disparan sobre las docentes. Comentan casos policiales, y reconocen que lo han visto en los noticieros. Se pelean entre ellos, y en la sala se suben a las mesas, para después arrojarse, o se esconden debajo de ellas. Un nene se mueve como si practicara boxeo. Otro nene grita Kakaroto, en referencia a Goku, uno de los protagonistas del dibujo “Dragon Ball Z”.  Ese mismo nene (Román), que seguido tiene un comportamiento inquieto, también grita “al infinito y más allá”, palabras del personaje de la película "Toy Story", BuzzLightyear, que es un juguete con aspecto de guerrero espacial. Los chicos se identifican con lo que ven, actúan como si fueran los personajes de lo que miran.

             Las docentes no decidimos que ven ellos en sus hogares. Si podemos sugerir, estimularlos a mirar programas educativos y que a la vez lo diviertan. Cada vez más existen más propuestas y canales que promueven la educación y la diversión de la mano.

                Otro aspecto fundamental del rol docente es lo que podemos darle a los chicos. Si ellos tienen carencia en sus hogares, podemos ayudarlos. Ayudarlos a ver más allá de la realidad que conocen. Estimularlos. No subestimarlos. Los chicos de la sala celeste (4 años) con quienes hice mi práctica son chicos que son subestimados, a veces discriminados por el entorno del que provienen. La docente remplazó a la titular a mitad de año. Los chicos no la aprecian, y ella tampoco. Hacen muy pocas actividades. La docente es titular en la mañana de otra sala, está cercana a jubilarse, y le adeudan sueldos. Toda esta problemática “de grandes” atenta contra la educación de los pequeños.

Al finalizar mi práctica les di a los alumnos un regalo con una frase “Los niños son la esperanza del mundo” de José Martí. Aunque la docente ironizó al respecto, yo creo firmemente en esta idea. Para ello es necesario un docente comprometido, dispuesto a dar lo mejor de sí, por amor a los niños y para darles la enseñanza que ellos se merecen.

5 comentarios:

  1. Gabriela26 sos Gabriela Carnevale ¿no?

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  2. Hola Gabriela
    Está bueno el post. Lo que no comparto es el modo de ver el rol docente que tenés respecto a los medios. Para los autores que estuvimos estudiando en el bloque dods de la materia, no se trata de ninguna manera de prohibirle a los chicos ver la televisión (o algunos programas de la televisión) sino de poder mediar la recepción de los programas que los chicos realmente realizan.
    Paulo Freire nos enseñ+o que el punto de partida de una educación liberadora es el "aquí y ahora del educando". Y si ese aquí y ahora son los Wachiturros o Karina o lo que sea, ese debe ser el punto de partida del proceso de alfabetización.
    Te recomiendo revisar estas ideas y si no estás de acuerdo, que las critiques explicitamente, comentando cuáles serían sus defectos.
    Saludos

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  4. Muchas gracias por la devolución profesor.

    Releí lo que escribí, a ver si podía explicarme mejor.
    Estoy totalmente de acuerdo con usted, el rol del docente nunca es prohibir. Cuando mencioné el ejemplo de la novela, me refería a mi sorpresa de que los chicos a la medianoche estén mirando (y al parecer sin ningún control) novelas, en horario de adultos.
    Tal vez no quedó clara mi postura, yo también estoy de acuerdo con la postura de Freire de que la educación es "aquí y ahora", ya sea con "Wachiturros" o "Karina", o lo que sea.
    Lo que no estoy de acuerdo es cuando se menosprecia a los niños (y eso no me gustaba de la docente a cargo de la sala), o se los etiqueta (como decir que si escuchan cumbia son "villeros").
    Me pasó desarrollando una actividad de literatura que la maestra me sugirió que no los indagara acerca de la autora María Elena Walsh porque "estos chicos no saben nada". Cuando les leí un cuento de esta autora demostraron gran capacidad de concentración y comprensión. Por eso apelo al rol docente comprometido, y más cuando una se acerca a un jardín en una zona humilde donde hice las prácticas con niños con muchas carencias.
    Creo que sin subestimarlos ni infantilizarlos se puede acercarlos a nuevas realidades que desconozcan, pero eso nunca será desmerecer la realidad que viven, o sus gustos.

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  5. Supongamos que partiendo del "aquí y ahora" del educando, de su realidad existencial, por más difícil que esta sea uno buscara desde su rol docente llegar a mostrar otra realidad desconocida por los alumnos. Me parece una opción válida, pero teniendo en cuenta siempre que lo que que realmente importa es que los educandos aprendan a transformar su propia realidad; a liberarse de las determinaciones que los oprimen. La realidad que uno les puede llegar a mostrar podría funcionar como utopía para transformar la realidad. Si vamos a ser freireanos, lo podríamos pensar así ¿te parece?
    Saludos

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