La televisión, los niños, los adultos y el rol docente.
Al realizar este trabajo me es
imposible no comparar la práctica con mi propia experiencia de relacionarme con
la televisión de chica. Recuerdo que
me encantaba mirar tele. Recuerdo que mi mamá supervisaba lo que veía.
No me dejaba ver todo lo que yo quería, o algunas cosas que a mi me gustaban
(como Chiquititas, u otros programas de Cris Morena) los miraba con su reprobación.
Controlaba también el tiempo que pasaba delante de la tele. Recuerdo también las
relaciones de poder que se daban con la TV. Había una sola tele, y nos peleábamos
con mis hermanos porque queríamos ver programas diferentes.
Cuando llego
al jardín 913 me encuentro con una realidad diferente a lo que yo viví. Un
jardín lindo, en una zona más humilde, con un grupo de chicos que viven en
zonas carenciadas, privados de tantas cosas y expuestos a tantas otras. Chicos
que llegan no siempre prolijos, o siquiera limpios. Chicos que faltan
reiterativa y prolongadamente al jardín. Chicos que se comportan de un modo muchas
veces violento.
En ese
contexto la televisión aparece muy presente en sus vidas. Ellos son nativos
digitales, y la tele es mucho más que un medio de comunicación, una tecnología,
una institución socializante y cultural. Es, como apunta Orozco Gomez en su
trabajo “La Visión como juguete-Jugando
a los medios con niños” “el fenómeno
mediático-cultural-educativo más importante de los últimos tiempos”. Es propiciador
de “experiencias placenteras y al hacerlo
educa, aún sin proponérselo”. Es “uno
de los sostenes fundamentales del sistema económico actual”.
La televisión no es buena ni
mala en si misma. Produce contenidos aptos y no aptos para los menores. Por
ello es vital el rol del adulto en este sentido, regulando lo que los
niños ven, con quien, y durante cuanto tiempo. En el jardín los chicos
parecen mirar tele todo el tiempo, sin ningún control ni límites, asociado a la
familia permisiva, completamente tolerante (o indiferente) de lo que los chicos
ven, referido por Inés Cornejo en su texto “El
psicodrama aplicado al estudio de la recepción familiar televisiva”. Un
ejemplo es que los he escuchado comentar los sucesos de días anteriores de la
novela “Dulce Amor” que se emite casi en la medianoche, y muy pasado el horario
de protección al menor.
Los he visto cantar canciones de
los Wachiturros, y mojarse el pelo para imitar su peinado. En su entorno y a
través de la pantalla encontraron un modelo de identificación, en donde, como apunta José Huergo en “La relevancia
formativa de las pantallas” se han sentido reconocidos y se sienten
aludidos y representados. He visto también a un grupo de nenas jugando en la
hamaca cantando la canción tropical de Karina “Con la misma moneda”,
interpretándola como la cantante, gesticulando como ella, compenetrándose con
la letra, que habla de una traición amorosa.
A veces los chicos
se comportan de un modo violento, a si mismos, entre
ellos y con nosotras. Con los bloques construyen armas, juegan en el parque al policía
y al ladrón y juegan a ahorcarse, hacen pantomimas que portan un arma y apuntan
y disparan sobre las docentes. Comentan casos policiales, y reconocen que lo
han visto en los noticieros. Se pelean entre ellos, y en la sala se suben a las
mesas, para después arrojarse, o se esconden debajo de ellas. Un nene se mueve
como si practicara boxeo. Otro nene grita Kakaroto, en referencia a Goku, uno
de los protagonistas del dibujo “Dragon Ball Z”. Ese mismo nene (Román), que seguido tiene un
comportamiento inquieto, también grita “al
infinito y más allá”, palabras del personaje de la película "Toy Story", BuzzLightyear, que es un juguete con aspecto de guerrero espacial. Los chicos se
identifican con lo que ven, actúan como si fueran los personajes de lo que
miran.
Las docentes no decidimos que
ven ellos en sus hogares. Si podemos sugerir, estimularlos a mirar programas
educativos y que a la vez lo diviertan. Cada vez más existen más propuestas y
canales que promueven la educación y la diversión de la mano.
Otro aspecto fundamental del rol
docente es lo que podemos darle a los chicos. Si ellos tienen carencia en sus
hogares, podemos ayudarlos. Ayudarlos a ver más allá de la realidad que
conocen. Estimularlos. No subestimarlos. Los chicos de la sala celeste (4 años)
con quienes hice mi práctica son chicos que son subestimados, a veces
discriminados por el entorno del que provienen. La docente remplazó a la
titular a mitad de año. Los chicos no la aprecian, y ella tampoco. Hacen muy pocas
actividades. La docente es titular en la mañana de otra sala, está cercana a
jubilarse, y le adeudan sueldos. Toda esta problemática “de grandes” atenta
contra la educación de los pequeños.
Al
finalizar mi práctica les di a los alumnos un regalo con una frase “Los niños
son la esperanza del mundo” de José Martí. Aunque la docente ironizó al
respecto, yo creo firmemente en esta idea. Para ello es necesario un docente
comprometido, dispuesto a dar lo mejor de sí, por amor a los niños y para darles
la enseñanza que ellos se merecen.
Gabriela26 sos Gabriela Carnevale ¿no?
ResponderEliminarHola Gabriela
ResponderEliminarEstá bueno el post. Lo que no comparto es el modo de ver el rol docente que tenés respecto a los medios. Para los autores que estuvimos estudiando en el bloque dods de la materia, no se trata de ninguna manera de prohibirle a los chicos ver la televisión (o algunos programas de la televisión) sino de poder mediar la recepción de los programas que los chicos realmente realizan.
Paulo Freire nos enseñ+o que el punto de partida de una educación liberadora es el "aquí y ahora del educando". Y si ese aquí y ahora son los Wachiturros o Karina o lo que sea, ese debe ser el punto de partida del proceso de alfabetización.
Te recomiendo revisar estas ideas y si no estás de acuerdo, que las critiques explicitamente, comentando cuáles serían sus defectos.
Saludos
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMuchas gracias por la devolución profesor.
ResponderEliminarReleí lo que escribí, a ver si podía explicarme mejor.
Estoy totalmente de acuerdo con usted, el rol del docente nunca es prohibir. Cuando mencioné el ejemplo de la novela, me refería a mi sorpresa de que los chicos a la medianoche estén mirando (y al parecer sin ningún control) novelas, en horario de adultos.
Tal vez no quedó clara mi postura, yo también estoy de acuerdo con la postura de Freire de que la educación es "aquí y ahora", ya sea con "Wachiturros" o "Karina", o lo que sea.
Lo que no estoy de acuerdo es cuando se menosprecia a los niños (y eso no me gustaba de la docente a cargo de la sala), o se los etiqueta (como decir que si escuchan cumbia son "villeros").
Me pasó desarrollando una actividad de literatura que la maestra me sugirió que no los indagara acerca de la autora María Elena Walsh porque "estos chicos no saben nada". Cuando les leí un cuento de esta autora demostraron gran capacidad de concentración y comprensión. Por eso apelo al rol docente comprometido, y más cuando una se acerca a un jardín en una zona humilde donde hice las prácticas con niños con muchas carencias.
Creo que sin subestimarlos ni infantilizarlos se puede acercarlos a nuevas realidades que desconozcan, pero eso nunca será desmerecer la realidad que viven, o sus gustos.
Supongamos que partiendo del "aquí y ahora" del educando, de su realidad existencial, por más difícil que esta sea uno buscara desde su rol docente llegar a mostrar otra realidad desconocida por los alumnos. Me parece una opción válida, pero teniendo en cuenta siempre que lo que que realmente importa es que los educandos aprendan a transformar su propia realidad; a liberarse de las determinaciones que los oprimen. La realidad que uno les puede llegar a mostrar podría funcionar como utopía para transformar la realidad. Si vamos a ser freireanos, lo podríamos pensar así ¿te parece?
ResponderEliminarSaludos